En la valoración que se le hace al niño es imprescindible la exploración a través del juego. Esto ayuda a comprobar la interacción que el niño tiene con su entorno.
En los niños con TEA, en mayor o menor grado, el desarrollo del juego está alterado desde sus inicios. En el desarrollo evolutivo normal, el juego es al principio una actividad que se lleva a cabo en el propio cuerpo o en el cuerpo de la madre, y que aparece en el nacimiento a través de la relación que se establece entre el niño y la madre (diálogo tónico-postural, contacto visual, etc.).
Según Piaget, en los primeros estadios, el bebé prolonga conductas adaptativas por el placer que le provocan, sin la búsqueda de resultados sino por el placer de dominarlas. Es a partir de los tres meses aproximadamente cuando puede decirse que el bebé va desarrollando sus primeras actividades pre-lúdicas. De los 4 a los 8 meses aparecen los juegos de interacción (taparse y descubrirse, laleo, tirar objetos para que sean recogidos...). Sin embargo, los niños diagnosticados de TEA, por lo general, se muestran indiferentes a dichos juegos y parecen gozar más de los juegos que les estimulan sensorialmente, como “caballito”, cosquillas o ser lanzado en el aire, pero ninguno de estos juegos requiere interacción personal.
En torno al primer año, en el desarrollo normal, las propiedades del cuerpo de la madre y del niño se trasfieren a ciertos objetos de consistencia suave (almohada, osito…) que sirven como primer objeto de juego. El niño va combinando ejercicios que ha asimilado del exterior y es capaz de aplicar esquemas conocidos a situaciones nuevas. Esto lo prepara para la formación del juego simbólico.
Siguiendo a Piaget, en el segundo año, “en el desarrollo normal ya hay símbolo y no solamente juego motor porque hay asimilación ficticia de un objeto al esquema y ejercicio de este sin acomodación actual”. En estos juegos la imitación diferida del niño da lugar después de su desaparición y el juego simbólico representa una situación sin relación directa con el objeto.
El juego le permite al niño trasmitir su mundo emocional y crear un espacio de sus propias situaciones vividas. De forma característica, en los los niños con TEA no se llega a ver verdaderamente este juego simbólico o de una forma tan clara.
Para los niños con TEA los símbolos no se utilizan para representar sino para hacer referencia a la realidad misma del niño. De esta forma, ya en el niño pequeño podemos observar que no juega “como si fuera” sino que “es”. El uso de los juguetes u objetos para representar la realidad, haciendo caminar a un muñeco o aparcando el cochecito, no se verá en el niño en el que esta capacidad de representación está ausente. Este golpeará repetidamente el muñeco para ensimismarse en la sensación de vibración producida o hará girar y girar la rueda del cochecito, haciendo referencia al movimiento. Tienen una preferencia por los objetos duros o mecánicos que por sus características y el uso particular que hace de ellos el niño con autismo y fueron denominados por Tustin “objetos autistas” .
Si aparece el juego funcional (aplicar a objetos funciones convencionales como por ejemplo, hacer rodar un cochecito) en los niños con TEA, tiende a ser estereotipado, limitado, rígido.
En la exploración de la capacidad de simbolización a través del juego tendremos que tener en cuenta el desarrollo normal de dicho proceso para así poder valorar tanto la gravedad del cuadro clínico como su evolución. Para la exploración, hay que disponer de juguetes adecuados al nivel de desarrollo (sensorial, funcional, simbólico, etc.). Las conductas específicas que hay que observar incluyen:
1-Capacidad para respetar los turnos
2-Atención compartida
3-Reciprocidad social
4-Juego simbólico, de roles
5-Interacción sostenida
6-Evitación de la mirada
7-Conductas espontáneas de dar /mostrar
8-Capacidad de imitar por primera vez una acción
9-Capacidad para obtener la atención del examinador
10-Uso de juguetes y objetos (tendencia a alinear y clasificar objetos; girarlos…)
Evaluación y Diagnóstico
Otras conductas características incluyen:
Preocupaciones y juegos repetitivos
Estereotipias motoras
Preferencias sensoriales.
Las conductas deben interpretarse en el contexto de la edad y desarrollo del niño.
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